domingo, 23 de abril de 2017

CALLADITO Y POR DETRAS. ESCRIBE JOSE LUIS JACOBO





Javier Cicalese y la comisión directiva del Club de Pesca Mar del
 Plata habían pedido, meses atrás, una reunión con el intendente 
Carlos F. Arroyo con el propósito de saber de primera mano si la
 nueva modificación a la ordenanza de cartelería en vía pública
 permitía incorporar nuevamente un letrero que pudiera ser
 emblemático para el lugar, al tiempo que funcionara como 
un elemento de sostenimiento económico para el club de 
escasos 200 socios. Los carteles de Quilmes y Celusal fueron 
únicos en su estilo por décadas, al tiempo que aportaron fondos 
al club, que hoy busca mantener mínimamente un status de
 funcionamiento aunque lleva años sin inversión o remodelación
 en sus instalaciones.
Ingresar al Club de Pesca es como un viaje al pasado entre las 
décadas de los ’40 y ’60. Los letreros icónicos de la institución
 fueron dados de baja por ordenanza del exintendente Gustavo
 Arnaldo Pulti, que barrió con toda la cartelería pública en la ciudad,
 impulsado por el criterio de acabar con la polución visual.
 Como introductor de dicho criterio en Mar del Plata -el título 
de la segunda tapa de este medio fue “Una ciudad detrás de los
 carteles”, hace 1019 semanas-, no puedo más que estar de
 acuerdo con los parámetros de dicha ordenanza, que, en mi
 opinión, fue lo único positivo que dejó el paso de los accionistas
 marplatenses por la administración de la ciudad.
La actual ordenanza, modificatoria de aquella de la era pultista,
 habilita a pensar en colocar nuevamente un cartel de dimensiones
 en el Club de Pesca. Los dirigidos por Javier Cicalese salieron 
felices de la reunión con el intendente Arroyo, que los alentó y les 
pidió que el cartel dijera algo bonito sobre Mar del Plata.
El tema comenzó a correr por las redes sociales: un meme mostraba
 el Club de Pesca y un gran cartel que decía “Paseo Aldrey cultural
 y comercial”. Lucía como un grotesco, y lo era. El propio Cicalese 
reconoció que estaban en negociaciones con el anciano aldeano

 de Lugo, que buscaba dar un golpe político en un punto altamente
 significativo estampando su firma ante todos.
El rumor, sin embargo, pasó de las redes sociales a los despachos de
 la política. Sabido es que si un valor exhibe este intendente es el de
 no haber aceptado jamás ser instrumento de Florencio Aldrey Iglesias, 
quien delira a diario con voltearlo, esmerilarlo o perjudicarlo de modo
 tal de cambiar la fisonomía del electorado que lo llevó a Arroyo al
despacho principal del municipio.
De todos modos, a veces suceden cosas buenas en esta ciudad. El
 viernes y luego de la reunión con el intendente, en palabras del 
propio presidente del Club de Pesca, decidieron dar por finalizadas
 las negociaciones con Aldrey, ante el estado de asamblea entre socios 
del club y por temor a ser objeto del desprecio social por la sociedad
 en general. Una decisión de sentido común que pone fin a una 
trapisonda de tantas a las que el Gallego nos tiene, lamentablemente,
 acostumbrados.
















 





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